Estado civil: viuda

“Como echarte de menos, si estoy lleno de tí.” Anthony de Mello

La pérdida por muerte de la pareja, está situado en los primeros lugares de los acontecimientos vitales estresantes.

Es un duelo, que quienes lo atraviesan, manifiestan transitarlo con demasiada soledad.

Nacemos y morimos solos, reza el dicho popular…. Y yo digo, además de esos dos momentos, hay parte del camino, trechos que indefectiblemente son en soledad. Se puede tener hinchada, se puede recibir apoyo, pero sólo vos tendrás que hacer ese proceso.

En la escucha amorosa en el consultorio, he acompañado a transitar momentos de dolor a viudas y viudos, y siempre lo que es denominador común es en la soledad en que se viven estos momentos. Hay otros dolores que tienen más prensa….el dolor por una separación o divorcio, el dolor por la muerte de los padres, el dolor por la muerte de un hijo. El dolor por la muerte de la pareja, es intenso, pero, a este dolor, no se le da tanto lugar desde lo social.

El duelo es un proceso, y como tal, requiere trabajo y tiempo. Es la respuesta emotiva a la pérdida de alguien o algo que es importante para nosotros.

Es el precio que pagamos por el amor que profesamos.

Lloramos gracias a quienes somos.

Y somos, también, gracias a nuestras pérdidas.

La muerte de la pareja significa la pérdida de quien hemos elegido para compartir la vida y los proyectos vitales y trascendentes, muchos de los cuales, si el otro no está, deberé continuar en soledad. Deberé continuar con la familia, la crianza de los hijos, una empresa, mantener una vivienda y también se perderán aquellos que eran proyectos, anhelos, expectativas y sueños, aún no cumplidos, diseñados de a dos en el proyecto común.

No sólo se trata de la falta de esa persona que nos elegimos, sino que ello conlleva otras pérdidas.

“Pérdida” en término de funciones y roles cotidianos, en lo social y en grupo de amigos el “ser” una pareja,

Es también si hay hijos menores, atravesar el duelo en relación a que los hijos crecerán sin mamá o sin papá y muchas veces, son hijos que se sienten abandonados. La muerte de un padre a edades tempranas, cuando aún se los necesita mucho, es vivido en la mayoría de los casos como abandono.

Si la muerte tuvo que ver con un suicidio, deja una impronta en la autoestima, “ni siquiera yo fuí un buen motivo para seguir viviendo”.

En todas las representaciones la muerte de la pareja resulta dolorosa. Cuando la persona es joven y apenas comienza el camino del amor y la construcción de sueños, suele sentirse desecho y sin bases para seguir, en especial cuando tiene que tirar del carro en soledad, cuando estaban diseñados los proyectos y la vida de a dos.

Hay elementos que entorpecen o favorecen un duelo normal. Lo traumático y las circunstancias en que ocurrió la muerte, si fue inesperada o alguna enfermedad dejó una etapa de elaboración previa, la dependencia o autonomía del que quedó y el apoyo afectivo del entorno con que se ha contado y se cuenta. Y los recursos disponibles para continuar esos proyectos que inicialmente eran pensados para dos.

En general, el proceso de duelo por la muerte de la pareja tiene una fase aguda de tres meses, con intensas reacciones emocionales totalmente normales en este período.

Algunas personas, de acuerdo a sus recursos psicológicos internos, logran un buen nivel de ajuste a los seis meses de ocurrido el hecho doloroso.

Se espera que al año de ocurrido el hecho, y una vez que pasaron la primera vez de cumpleaños, día del padre, día de la madre, fiestas religiosas, y eventos que recuerdan la ausencia, la persona se haya reacomodado a su nueva situación de vida con la aceptación de los hechos como son.

Pero la pérdida no se supera inmediatamente, son muchos los momentos y la vivencias en las que aparece “la presencia de la ausencia” en especial en la continuidad de esos proyectos trascendentes, que en el inicio se planificaron de a dos y en esas circunstancias, muchas veces impera un sentimiento de abandono, “me dejaste sola/solo en la crianza de los hijos”, por ejemplo.

Hay un antes y un después de la muerte de la pareja, y ese después está enriquecido por la presencia y lo que dejó en mí, el que se fue, y por la vivencia de este duelo.

Resulta más común de lo que se cree ver a una persona negándose a una nueva oportunidad en el amor. Las experiencias dolorosas dejan algunos temores, pero luego de pasado el dolor y el tiempo personal de cada uno, es perfectamente válido y normal volver a enamorarse y continuar la vida. Algunas veces existe la idea de traición a la persona que murió, pero esta elaboración fantasiosa genera sufrimiento inútil. Siempre es un muy buen homenaje a nuestros seres queridos que no viven hoy, conectarnos intensamente con la vida.

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